8 Novelas gráficas que no puedes dejar de leer
¡Hoy nos hemos levantado tiernos y hemos decidido hacer dos cosas que son bonitas! La primera es darte un montón de ideas para leer, ver y disfrutar. ¡Ocho, ni más ni menos! La otra es reunir al…
¡Hoy nos hemos levantado tiernos y hemos decidido hacer dos cosas que son bonitas! La primera es darte un montón de ideas para leer, ver y disfrutar. ¡Ocho, ni más ni menos! La otra es reunir al Sr. Sleepless con unos cuantos amigos (Salva Cerdá, Juan Luis Molina y Álvaro Fernández, o lo que es lo mismo, Un buen tipo) que es algo que siempre deja escenas entrañables y muy propias de un anuncio de cerveza.
Nuestro ocho de esta semana va dedicado a la Novela Gráfica, género que convirtió algo que hace ya mucho estaba limitado a los niños, en una manera de contar y leer historias para los adultos. De hecho, cuando preguntamos a estos cuatro amigos por sus inicios, todos coinciden en que, cuando aún no necesitaban afeitarse, eran asiduos lectores de tebeos. Títulos como Mortadelo y Filemón o Asterix y Obelix, son los que más se repiten cuando hablan sobre su infancia ilustrada.
De todos ellos, Salva es el único que no dejó nunca de leer en bocadillos y viñetas, y define su paso a la novela gráfica como “una evolución natural de esas que conforman la vida, como dejar de escuchar radiofórmula y empezar con el grunge.” El resto confiesa una pausa. Una madurez que los llevó a centrar su atención en otras cosas: poesía, teatro o novelas en el caso del Sr. Sleepless, o el rol y los videojuegos en el caso de Juan Luis. Ellos, al igual que Álvaro, redescubrieron ya algo más creciditos y de la mano de personas más versadas en la materia, el mundo que se abría entre las ilustraciones y las viñetas de aquello que algunos llamaban cómic y otros novela gráfica.
Y ahora que todos se relajan de vez en cuando con una entre las manos, les hemos pedido que nos digan cuales son sus dos novelas gráficas favoritas ¡Exacto! Cuatro amigos a dos novelas ¡Ya tenemos nuestro Ocho! Cada uno a su manera, a ver que nos cuentan…
1. Batman Año Uno. El héroe humano.
Frank Miller retrata en Batman Año Uno a un héroe titubeante, joven, y cometiendo errores a cascoporro. Una imagen muy alejada del hombre murciélago que lo tiene todo bajo control al que nos había acostumbrado la imaginería cinematográfica y televisiva que precedió a los films de Nolan que beben bastante de algunos rasgos de esta versión. Es precisamente este retrato de aprendizaje y aceptación lo que hace a esta versión del “Caballero Oscuro” inmortal y abre las puertas de un nuevo género de comics donde el protagonista es más humano que héroe y goza más de suerte que de sabiduría.
2. The Ultimates. Los superheroes de la competencia.
Escrita por Mark Millar e ilustrada por Bryan Hich, The Ultimates sigue la tradición inaugurada por otras obras como Watchmen o la saga de Batman de la que acabamos de hablar. En ellas los protagonistas dejan de ser superhéroes ejemplares al estilo Superman, para llenarse de odio, mala baba, inseguridades y adicciones. Ironman se parece más al Robert Downey JR. del pasado (papel que ahora cumple con creces Charlie Sheen), Bruce Banner sigue siendo Hulk, pero además parece un yonkie salido de las 3.000 viviendas, y Thor no es más que un enfermo con trastorno bipolar en busca de su identidad. Ni la violencia doméstica se libra de ser tratada en una pieza que en su día dejó atónitos a propios y extraños.
3. Watchmen. Vigilantes en busca de una respuesta.
He de reconocer que la mayoría de comics que tengo no son de superhéroes, quizá me perdí esa etapa de adolescente y no les he terminado de pillar el rollo. En cambio, Watchmen me resultó algo muy distinto. Alan Moore mostraba una revisión adulta de ese universo, con dosis de fantasía más cercanas a la ciencia ficción. Los Vigilantes son un grupo de personas que, cansadas de la injusticia, lucharon contra el mal. Tras sus tiempos de triunfo, viven ahora vidas muy distintas, la mayoría sin mucho dinero y atormentadas por el pasado. La historia empieza con el asesinato de un ex-vigilante y la investigación paralela que hace uno de sus antiguos compañeros, Rorschach. Él será el encargado de conducir la historia, volviendo a reunir a parte del grupo. La forma en la que vas conociendo a los personajes y profundizando en sus motivaciones y su pasado, te implica totalmente en la trama. Destaca el Doctor Manhattan, el único con poderes de verdad a causa de un experimento fallido. Este hombre azul, con un poder ilimitado, te hace reflexionar sobre el comportamiento humano en un tiempo donde la amenaza de un ataque nuclear era real. El estilo de novela negra está perfectamente engranado con los superhéroes, y el formato estricto de viñetas rectangulares enfocan la atención en la profundidad de esta historia de obligada lectura para iniciarse en el comic.
4. Akira. El experimento japonés que conquistó occidente.
La historia de Katsuhiro Otomo nos traslada a las calles de una reconstruida Tokyo, NeoTokyo, a través de una pandilla de jóvenes rebeldes y violentos, que viven en una sociedad oprimida y de posguerra. Es en este ambiente de tensión social, donde se introducen ingredientes de ciencia ficción y terror perfectamente hilados que nos conducen al experimento Akira: un poder enorme que permanece congelado, enterrado y encerrado en un bunker, bajo tierra. Lo genial es que ese potencial está en la mente de un niño, con los caprichos propios de su edad pero con el poder de destruir un país. Akira es una historia post-apocalíptica e intemporal que puedes volver a releer después de 10 años sin que haya perdido originalidad. La obra cumbre de su autor, que descubrió a occidente que en Japón se creaban grandes historias gráficas y que me introdujo a mí y a otros muchos en el hoy consagrado género manga.
5. Fabricar historias. Un universo complejo y maravilloso.
Es una movida. Una movida gordísima. Una caja de 42 x 30 x 5 cm llena de tebeos impresos en diferentes soportes, formatos y encuadernaciones. Algunos son horizontales, otros verticales, plegados, grapados, fresados, cosidos, a modo de tablero, formato póster o imitando la prensa diaria. Todos estos objetos independientes están entrelazados y comparten personajes, pero no existe un orden específico al que ceñirse. El lector puede empezar por donde quiera a descubrir las historias que guardan los habitantes del edificio que da marco y nombre a la obra (Building Stories, en inglés), llenas de sensibilidad, soledad y melancolía. Con este libro-objeto Chris Ware da una vuelta de tuerca a lo que entendemos por novela gráfica, regalándonos sus ya habituales y hermosas armonías de color, elaborados letterings y composiciones laberínticas más cercanas al mundo de la infografía, pero también haciéndonos interactuar con el soporte de una manera desconocida hasta ahora. Fabricar historias es el trabajo de 10 años de genialidad, y sólo su traducción y edición a nuestro idioma ha necesitado de otros 3 años más (cosa que se ve reflejada en el precio de la versión española, que casi dobla a la original).
6. Agujero negro. La adolescencia en blanco sobre negro.
Es un relato de ficción que toma prestado de la vida real un marco tan jodido como es la adolescencia; una etapa de cambios, ilusiones, decepciones, experiencias y sensaciones. Y a pesar de su marcado surrealismo, no queda tan lejos de la realidad. Instituto, alcohol, drogas, sexo, soledad, rechazo… los problemas habituales de una juventud que empieza su andadura hacia la madurez, pero todo aderezado con la aparición de un virus que se contagia por transmisión sexual y que deforma los cuerpos de los infectados de maneras muy diversas. Una novela gráfica blanca y negra (o mejor dicho negra y blanca), sin un ápice de color que refuerza aún más el dramatismo de la historia. El uso del negro como único color para representar la realidad y la ensoñación del recorrido de la historia y la manera en la que plasma sombras y profundidades, convierte a Charles Burns automáticamente en un genio de la ilustración.
7. Emigrantes (The arrival). Cuando el silencio cuenta miles de historias.
Conocí a Shaun Tan una tarde lluviosa de un febrero seco. Buscando un refugio acogedor donde esperar a que el cielo se calmase me vi en un lineal de esa maldita tienda, centro, o “infierno” donde siempre acabo comprando a débito o a crédito. Maldita porque sufro más que disfruto, al querer todas y cada una de las novelas que hay allí, ordenaditas, diciéndote: “llévame contigo”. Abriendo y cerrando libros, dándole la vuelta a uno y a otro, me llamó la atención una portada dibujada con maestría. Un señor con una maleta miraba a un ser fantástico, lo que para mi luego sería un perrete mutante. Lo abrí, y los dibujos a lápiz, profusos en detalles se me agarraron a las retinas. Empecé a pasar una página y otra y otra, no había nada escrito. No hacía falta. Era la historia de un padre, la historia de un hombre, un buen hombre que tiene que exiliarse para buscar un trabajo, para poder ofrecerle un mejor futuro a su familia. Un caminar por un mundo fantástico de seres fantásticos. La soledad, la añoranza, la tristeza, y la superación… Todo dicho sin palabras. Me lo vi entero en la tienda. En casa otra vez, y me contó otra historia. Y cada vez que abro The Arrival, Shaun me cuenta una nueva historia. Todo depende de mi estado de ánimo, todo depende de cómo mire sus dibujos. La maravilla de esta obra maestra, es que sin quererlo ni pretenderlo, siempre será eterna, porque nos estará contando la historia que queramos vivir.
8. Nada más importa. O cómo contar una vida a través de las canciones.
Me he visto en la absoluta obligación de meter en esta maravillosa lista de obras imprescindibles a un autor español. Porque también tenemos grandes contadores de historias y porque me gusta mucho su trabajo, en este caso por su sencillez, por su falta de pretenciosidad, por sus mensajes directos al corazón como mordidas de un perro rabioso. Nada más importa es la historia de Aitor, la historia de su vida a través de las canciones que le marcaron. Excusa dramática para abrirnos un universo muy cercano: el paro, las relaciones familiares, el amor no correspondido, los secretos, los miedos y los sueños, sobre todo los sueños. Los sueños como meta, los sueños como bastión de la existencia humana. Gracias Aitor Saraiba, por hacer lo mínimo máximo.
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El mundo de la novela gráfica es tan grande, tan complejo y tan variado, que cuando encima decidimos hacer una lista entre cuatro personas diferentes, todo se vuelve una odisea. Así que esperamos no haberlo hecho demasiado mal. Seguro que tú también tienes dos que consideras esenciales de las que estos cuatro elementos no se han acordado ¡Comenta y súmalas a nuestra lista!
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