8 consejos para diseñar tarjetas de visita

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Una tarjeta de visita es un trozo de papel de un gramaje más o menos alto, de un tamaño más o menos grande, y más o menos lleno de datos de contacto. Una tarjeta de visita es, literalmente, la carta de presentación de una empresa o profesional. ¡Tiene que salir bien!

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A marca nacida, tarjeta requerida. Así podíamos empezar este post.

Cuando la marca está definida, una de las piezas que más pide el cliente es la tarjeta de visita. Y hacer una tarjeta puede parecer fácil, pero para presentar a un profesional o a una empresa en unos pocos centímetros hay que tener en cuenta muchas cosas. Tenemos que pensar que una tarjeta aporta credibilidad a lo que hace una persona o entidad. Debemos saber que en ese pedacito de papel, muchas veces, se representan años de planificación, trabajo duro y sueños. Por eso no se deberían hacer tarjetas como churros, aunque la mayoría de las veces recibimos unos churros de tarjetas.

Una tarjeta tiene que hablar de su propietario y, lo más importante, tiene que hacerlo bien.

En este post te damos algunas pistas para que todo salga bien.

Evidentemente cada diseño es un mundo, y cada cliente un universo entero en expansión. Por eso lo que te ofrecemos son unas normas básicas para hacer la tarjeta correcta, que no la tarjeta perfecta. Eso es cosa tuya, cosa del diseñador.

Recuerda que tu tarjeta de visita debe tener algo especial, algo que haga que la gente quiera guardarla. Eso no significa que tenga que ser una pieza de diseño llamativa y pomposa. No, no. Lo importante es el concepto y que la información esté clara y jerarquizada

¿Has abierto ya Illustrator o InDesign? Pues venga, ciérralo, lee un poco y define en un cuaderno las cosas antes de empezar.

 

1. Elige el formato

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Es una de esas decisiones que vas a tener que tomar antes o después. Mejor antes ¿no? El tamaño de la tarjeta y su orientación horizontal o vertical dependerán de la cantidad de datos que vayas a introducir (ahora hablaremos de eso), y del concepto de tarjeta que vayas a crear. Con las tarjetas de visita no funciona ese refrán de «Caballo grande, ande o no ande.» De hecho, aunque el formato estándar es de 85×55 milímetros (relación unidad/precio más barata), últimamente se están poniendo muy de moda las mini-cards, que rondan los 70×30 milímetros. Sean cuales sean las medidas que se suelan usar, tú eres el diseñador y pones las tuyas. Pero recuerda, tiene que caber en un tarjetero y no en un álbum de bodas.

Imagen de Moo, imprenta on-line especializada en papelería corporativa.

 

2. Decide qué datos poner

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¡A ver! ¡A ver! ¿Qué vas a poner en la tarjeta? No hay nada peor que una tarjeta llena de datos por todas partes, tantos que no se ve nada. En la tarjeta no tiene que ponerlo todo, tiene que poner lo que tiene que poner. ¿Y eso qué es? Pues depende del tipo de persona o empresa que represente la tarjeta. No es lo mismo una empresa con oficinas en las que se atiende al público, que una tienda on-line, que un diseñador con mucha presencia en internet, que un taller de coches… Habrá tarjetas en las que haya que dar más importancia a las dirección física, otras en las que lo indispensable sean las redes sociales y otras en las que sólo aparezca un mail.

Imagen del proyecto Criatipos en Behance.

En este punto, muchas veces, hay que luchar con el cliente que quiere poner cosas del tipo: Málaga, España, Europa, La Tierra, El Universo. Hazle entender las bases del desarrollo que has planteado y el por qué quizás no haya que poner móvil, teléfono fijo y fax.

3. ¿Es una tarjeta corporativa o nominativa?

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Además del tipo de cliente, otra cosa que condiciona qué datos vamos a poner y cómo vamos a plantear el trabajo es el tipo de tarjeta que vayamos a crear. ¿Es la tarjeta del director de un hotel o es la tarjeta de un hotel? ¿Es la tarjeta del empleado de una inmobiliaria o la tarjeta de la inmobiliaria? Evidentemente, en la tarjeta corporativa genérica primarán datos más generales, mientras que la nominativa tendrá que incluir datos personales. Con estos también hay que tener cuidado, porque el director del hotel no querrá que lo estén llamando al móvil todo el tiempo y preferirá sentarse a responder correos o que su asistente le pase sólo las llamadas importantes.

Imagen del proyecto Lé Pastel en Behance.

 

4. Establece una jerarquía

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Una vez que tengamos claro qué datos tenemos que poner, hay que ver como los distribuimos en la tarjeta. Procura hacer pastillas de texto sólidas y agradables, y crear una estructura con un orden y un sentido. Agrupa datos según su naturaleza: datos personales, datos de contacto, redes sociales… Usa detalles, como formas sencillas, pictogramas y glifos, o paletas de color para jerarquizar la información. Los pequeños detalles enriquecen el diseño.

Imagen del proyecto Don’t try Studio en Behance.

 

5. Cuida los tamaños

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Lo que tiene diseñar en espacios pequeños es que todo te parece que está muy grande o muy pequeño. Por norma general, las tipos no deberían bajar de los 7 puntos (que ya es pequeño) ni ir más allá de los 11, aunque todo depende de la fuente y del planteamiento de tus sistema visual. También hay que tener en cuenta los tamaños de los elementos gráficos en sí mismos y en relación con esas tipografías. Por todo esto lo mejor, dado el tamaño de la pieza, es hacer todas las pruebas de impresión que sean necesarias para ver en el papel que nada es demasiado pequeño ni demasiado grande.

Imagen del proyecto Fluxorama Studio en Behance.

 

6. Decide las tipografías que usarás

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Teniendo en cuenta que esto es una tarjeta de unos pocos centímetros, no deberías usar más de dos tipos de letra en tu diseño, que vendrán recogidas en tu manual como tipografías complementarias/comunicación. Hablamos, claro está, de esa «tarjeta correcta», igual tienes una idea magistral que necesita de más (valora si realmente es tan magistral). Lo que queremos mostrar son datos, no el título de una película ni los nombres de los grupos que tocan en un concierto. ¿Qué quiere decir esto? Pues que mejor decantarse por tipografías discretas y que sabemos que funcionan bien.

Imagen del proyecto Bart en Behance.

 

7. Si hay una marca, aplícala

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Puede que la tarjeta sea para una persona física sin marca que valga, pero en caso de que estés trabajando en una pieza para una empresa o un profesional con marca personal, no te olvides de ella. La tarjeta forma parte de su material corporativo y por ende, ambas piezas (y todas las demás) deben formar un conjunto sólido y coherente. Eso no se consigue plantando el logo en una esquina de la tarjeta y haciendo el resto a nuestra bola. Hay que aplicar los elementos de marca: componentes gráficos, paletas de color, tipografía… Los sistemas visuales se crean para jugarlos no para adentrarnos en el oscuro mundo de las marcas logocéntricas. Eso es lo que haría un cliente poner la marca completa hasta en el canto de una tarjeta, no lo hagas tú. Si te amenaza con un hacha, sí.

Imagen del proyecto Atelier Interior Design en Behance.

 

8. Materiales, acabados y tu toque creativo

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El que imprimas las tarjetas en papel estucado u offset también forma parte del diseño, así que tienes que tenerlo en cuenta. Eso y que el papel no es el único soporte, ni la impresión en cuatricromía el único método. Puedes usar materiales comestibles, reciclados, especiales… Y puedes usar la serigrafía, el foil, el golpe en seco… El acabado forma parte del diseño y hará de tu tarjeta de visita lo que debe ser: un pedacito de diseño que todos quieran conservar en la cartera.

Imagen del proyecto Wendigo en Behance.

 

No es nada fácil hacer una tarjeta de visita genialísima, pero si sigues estos consejos al menos habrás hecho una tarjeta de visita correcta tirando a canelita. ¡Pero no te quedes, ahí! Así cuando necesiten a alguien que haga «esa cosa», llamarán al teléfono que hay en la tarjeta que tú diseñaste, no a otro.

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